no admite su derrota en las presidenciales de Ucrania
Su partido anuncia que impugnará los resultados de los comicios que dieron la victoria a Yanukóvich
Políticos de distinto signo apremian a la primera ministra a que reconozca que ha perdido en las urnas
Autor: Boris Klimenko Fecha de publicación: 10/2/2010
Pese a las presiones de políticos de distinto signo, la primera ministra Yulia Timoshenko no se rinde y se prepara para impugnar en los tribunales los resultados de la segunda ronda de las elecciones presidenciales ucranianas, que según datos preliminares le dieron la victoria a su rival, el opositor Víctor Yanukóvich (48,94% frente al 45,48%). Nunca «reconoceré la legitimidad de la victoria de Yanukóvich», declaró en una reunión la noche del lunes con los diputados de su partido, según el diario Ukrainska Pravda.
«Se tomó la decisión de impugnar los resultados por colegios, luego exigir un recuento por circunscripciones y si los tribunales nos dan la razón, cuestionaremos los resultados generales», declaró la número dos del Bloque de Yulia Timoshenko (BYT), la diputada Elena Shústik. Aseguró que hay pruebas de las irregularidades en muchos colegios. Además, el 5,6% de los votantes emitió su sufragio en su propio domicilio sin contar con los certificados médicos respectivos, situación que se observó en el feudo de Yanukóvich.
No obstante, la diputada admitió que la revisión de los resultados no necesariamente significará la repetición de la segunda vuelta de las elecciones.
Hasta ahora, Timoshenko, icono de la revolución naranja, no ha comentado en público los resultados, pero nada más cerrarse los colegios electorales, cuando los sondeos dieron como ganador a Yanukóvich, hizo un llamamiento a sus partidarios a luchar por cada voto. «Hay que defender cada protocolo, cada acta, cada voto, porque un voto puede decidir el destino del país», dijo la noche del domingo la primera ministra, que el lunes aplazó, y luego canceló, una rueda de prensa.
Contra los observadores
El jefe de su campaña, Alexánder Turchínov, declaró que las elecciones fueron «unas de las más sucias» y que no se pudo evitar que hubiera «falsificaciones importantes», pese a que los observadores internacionales concluyeron que los comicios cumplieron con los estándares democráticos, y pese a los elogios y felicitaciones de Rusia, Estados Unidos y Francia.
Dirigentes del Partido de las Regiones, la formación de Yanukóvich, se han mostrado sorprendidos por la reacción de Timoshenko. «Ha perdido la cabeza: no reconoce la opinión de los observadores internacionales. Es un sinsentido. Con ello, pone un gordo punto final a su carrera», declaró Nikolái Azárov, diputado de esa formación. Hoy se publicarán los resultados oficiales y los seguidores de Yanukóvich celebrarán la victoria.
- bemsalgado: Estaba cantado.
Las revoluciones de colores destiñen en todas partes
Las protestas populares han fracasado en Ucrania, Georgia, Serbia y Kirguistán
Autor: Miguel A. Murado Fecha de publicación: 10/2/2010
No es solo que el naranja ya no sea el color de moda en Ucrania. También las otras revoluciones de colores, como se les conoce en el argot político, han desteñido en pocos años. El balance de lo que fue todo un fenómeno de la primera mitad de la década no podía ser más decepcionante. La de Serbia ha acabado abriendo la puerta al nacionalismo de extrema derecha, que es hoy la primera fuerza parlamentaria. La revolución rosa georgiana, que en el 2003 aupó al poder a Mijaíl Saakashvili, se ha hundido en la corrupción, las persecuciones políticas y una desastrosa guerra contra Rusia. En Kirguistán, el héroe de la revolución de los tulipanes del 2005, Kurmanbek Bakiyev, se ha visto envuelto en muertes sospechosas de parlamentarios de la oposición y ha llevado al país a lo más bajo de la tabla en corrupción y libertad de prensa.
Y sin embargo hubo un tiempo en que las revoluciones de colores llegaron a parecer el atajo más rápido hacia la democracia. La técnica se repetía casi al milímetro en los distintos países: reunión de todos los opositores en una plataforma cívica, elección de un color o una flor que sirviese de símbolo neutro para políticos a menudo de signo opuesto, denuncias preventivas de fraude electoral? La noche de las elecciones se difundía una encuesta que otorgaba la victoria a la oposición, con lo que al darse a conocer los resultados oficiales la prensa internacional los consideraba fraudulentos sin que nadie viese la necesidad de comprobarlo. A esto seguía el cerco del parlamento o el palacio presidencial por manifestantes que reclamaban la repetición de los comicios. En sociedades inestables, donde el descontento es generalizado, no era difícil atraer multitudes a las protestas, pero su organización no era completamente espontánea, sino que recaía en grupos de jóvenes activistas creados casi de la noche a la mañana. En Serbia se llamaron Otpor, en Ucrania Pora, en Georgia Kmara y en Kirguistán Kelkel. Sus estructuras, métodos y hasta diseños gráficos prácticamente idénticos no disimulaban apenas el hecho de que detrás estaba la agencia norteamericana de cooperación USAID, que formaba a sus líderes con cursillos y los financiaba bajo el epígrafe de «promoción de la democracia». Fue algo así como un calco proamericano de las viejas estrategias de agitprop de la Internacional prosoviética. Los periodistas se encontraban con frecuencia a sus líderes en varias revoluciones distintas, pero se pensaba que el fin acabaría justificando los medios.
No ha sido así. En la facilidad para tomar el poder se ocultaba el pecado original que luego ha impedido gobernar bien. La base demasiado amplia de las plataformas opositoras promocionó invariablemente a antiguos miembros de la nomenclatura como Yúshchenko o Saakashvili, mientras que el apoyo acrítico de Occidente creó una impunidad que ha acabado favoreciendo el autoritarismo y la corrupción. Si hay una lección que se puede extraer de las revoluciones de colores es que la democracia no admite atajos. Ni tiene un color determinado.
- bemsalgado: Eu diría algo moi parecido senon o mesmo, mas pior dito.
Fotos: Sergei Chirikov - EFE - Textos: lavozdegalicia
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